“Los partidos políticos no mueren de muerte natural, se suicidan”
-José Enrique Rodo
Para algunos analistas locales, el PRI estatal está desahuciado, y solo gracias a quimioterapias y radiaciones lo aferran a la vida política. Para otros, vive una vida artificial, conectado a aparatos que solo le prolongan su agonía. En los últimos días, han sido cuatro voces de distinguidos militantes tricolores las que se han dejado escuchar. Decía Salvador Novo: primero las damas. Hace apenas unos días, Leticia Herrera Ale, en un encuentro con presidentes municipales de su partido, habló a calzón quitado y lo hizo fuerte, para que su voz se escuchara hasta Insurgentes Norte en la Ciudad de México. “Yo tengo los recursos para sacar adelante a mi partido, vamos a ponernos de acuerdo nosotros, no necesitamos del PRI nacional, no nos iremos a MORENA, mucho menos al PAN”, partido al que le recordó que ya está cerca el día de la madre. Amigos del PRI, ¿por qué no le toman la palabra a Doña Lety? Ya les dijo que ella pone el dinero, y ya saben que con esa música baila el perro. ¿Usted conoce a una política o político que venda un caballo por bueno o se queden pobres haciendo ricos?
El diputado federal Óscar García Barrón no podía quedarse atrás. Entrevistado por los medios, declaró que tiene los pelos de la burra en la mano para demostrar, en su momento que ha habido omisión y complicidad por parte de dos grupos de exgobernadores y, como consecuencia, tienen secuestrado al partido. Los datos, apuntó, los dará a conocer si se ofrece . Siendo como es García Barrón, no
tenemos por qué dudar de lo que dice, al menos no tiene pelos en la lengua, y les comenta a sus cercanos que su partido, el PRI, al que le debe su carrera, si no hay acuerdos les puede decir “adiós, muchachos, compañeros de mi vida”, y el seguirá en lo suyo: la política, donde tiene proyectos y metas muy definidas, y no será el fuego amigo de los grupos de su partido el que se lo impida.
De los que alzan la voz por su partido, levantó la mano Gustavo Lugo Espinosa, diciéndole a la militancia tricolor que las cúpulas del PRI nacional los ven chiquitos y orejones, es hora que se den cuenta que no necesitan a Enrique Ochoa Reza, el que vino a chamaquearlos hace unos meses cuando visitó Durango: les prometió que en unos días habría nuevos dirigentes. Gustavo Lugo puede tener razón: ¿qué más puede perder el PRI, si ya perdió hasta el modito de andar? Jaime Herrera Valenzuela, de la vieja guardia del tricolor, también se apuntó con su gota de ayuda para solucionar el problema de su partido. Pero mucho tememos que si recurrió al IEPC para encontrar la salida, se equivocó de instancia. Si bien existe la posibilidad de que hayan sido violados los derechos políticos de los militantes del PRI, el órgano electoral no les va a poder solucionar nada. Si a un militante de cualquier partido le violan sus derechos políticos o le prohíben participar en un proceso interno, los órganos electorales sí son las instancias indicadas, pero en el caso concreto del PRI local al IEPC no le corresponde arreglar el problema. Para ello hay que conocer lo que dice la Ley General de Impugnaciones Electorales.
Y ya que estamos hablando en el tema, si de violar derechos se trata, hay que recordarle al PRI estatal la responsabilidad en la que ha incurrido al infringir sus propios estatutos, como en varias ocasiones
se los ha dicho Óscar García Barrón. Si la militancia no conoce los estatutos, al menos debería conocerlos Anavel Fernández y Julio Cabrera. Los priístas han perdido muchas cosas, pero no la cultura del silencio, de llevar a cabo todo lo que les ordenan desde el centro del país. Esos son sus genes políticos, callar y obedecer. Tienen mil razones para rebelarse y tomar sus propias decisiones, lo que les falta es otra cosa.