El campo mexicano: entre los negocios
y el olvido
ÁLVARO SANJUÁN
“No hablo al presidente de la república, a quien no
conozco, ni al político del que desconfío; hablo al mexicano, al hombre de
sentimientos y razón”
-Emiliano Zapata
El Tratado de Libre Comercio que firmó Carlos Salinas de
Gortari con Estados Unidos y Canadá ha sido un fracaso, pero para unos cuantos
ha sido un gran negocio. En su momento mucho se le criticó a Salinas la
desventaja en la que dejó a los productores del campo mexicano, y ya ni se diga
a los campesinos que dependen de San Isidro Labrador para levantar sus cosechas.
Un ejidatario mexicano jamás podrá competir con un agricultor de Estados Unidos:
allá, por ejemplo, reciben subsidios del gobierno por lo que producen y no por
las hectáreas que siembran. Aquí existe el PROCAMPO, que más bien es un apoyo
con fines electorales que siempre llega tarde o fuera de tiempo y solo es
puntual cuando hay elecciones para que voten por los candidatos del gobierno en
turno, ya sean del PRI o del PAN. Esas son las políticas públicas para el campo
mexicano, el que hoy sobrevive gracias a la Virgen de Guadalupe.
Alguien dijo una vez que la prueba científica de que Dios
existe es que millones de campesinos en todo el país logran sobrevivir por los
programas asistenciales como PROSPERA, el famoso 70 y más, las pensiones de
veinte pesos al día y otras linduras de la SEDESOL. Porfirio Díaz decía “¡mátenlos
en caliente!”, ahora, con la modernidad, ya cambió la logística: hay que
prolongar la agonía del campo de México, hay que hacer crecer la industria de
pobres, la de la pobreza extrema y la pobreza alimentaria para que se mueran
lentamente. Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo en su momento pusieron
su gota de ayuda para perjudicar al campo: Salinas desapareció FERTIMEX y
Zedillo la CONASUPO, para vengarse del hermano incómodo. Gracias a Salinas hoy
se importan los fertilizantes -por supuesto se pagan en dólares- y para que los
negocios sean redondos, se dieron a empresas para dicho fin, como la que hoy
tenemos en Durango, que pertenece a un corporativo de Sinaloa. Zedillo, para
vengarse de Raúl Salinas, desapareció la CONASUPO, bodegas donde se
comercializaban las cosechas de los campesinos: les pagaban en ese momento, los
precios eran justos, no había SAGARPA, coyotes disfrazados de acopiadores y no
veíamos a productores tomando oficinas para que, como a Bartola, les paguen sus
dos pesos.
¿Quién dice que el campo mexicano lleno de pobres como está
no es negocio? Por irónico y amargo que parezca, sí lo es para el gobierno, partidos,
políticos, “líderes” campesinos, inversores, acopiadores, entre otros. Estamos
en condiciones de darles solo un pequeño ejemplo: ha tomado auge el tema de los
fertilizantes orgánicos, esos que no contaminan y pueden ser mejores que los
químicos importados. En Tuitán, un conocido empresario y dueño de una de las
haciendas más famosas del estado, se asoció con algunos ejidatarios de ese
lugar para producir el fertilizante orgánico a base de nopal, pero ¿qué cree?
De fuentes bien informadas se sabe que los recursos para instalar esta planta
vienen de la SAGARPA, vía el programa PROCEDE, y como se requiere cumplir con
las reglas de operación… ahí están los ejidatarios, que para eso son. Ahora ese
ejido ya puede presumir que gracias al empresario entró la globalización. Hay
otro acopiador de nombre Jorge Pérez que también está metido en el negocio de
los fertilizantes orgánicos: él es uno de los más famosos acopiadores de frijol
del valle de Villa Unión y Poanas. Dichos empresarios están comercializando el
litro de fertilizante a trescientos pesos y, de acuerdo a los conocedores de la
materia, producir un litro de fertilizante orgánico es sumamente barato.
Ahora vea usted la diferencia: el dirigente de UNORCA, Cruz
Valles, quien acompañó en sus míticas luchas y marchas campesinas a Álvaro
Ríos, organizó a mujeres de Cieneguilla para construir una planta para producir
fertilizante orgánico a base de lombrices californianas: puede fabricar, en su
momento, hasta diez mil litros de ese producto. Las diferencias que les
mencionábamos entre los empresarios antes citados y la fundación que creó
UNORCA es que esta última regala el fertilizante al productor cuando este lo
solicita. En cambio, el empresario que lo vende utiliza recursos federales como
los de PROCEDE: es decir, recursos públicos de nuestros impuestos. Hacer
negocios con dinero público es un tema que muchos empresarios manejan al cien.
SAGARPA está obligado a tener cuidado para qué son y a quién se los da ¿O
seguirá apoyando a los acopiadores, inversores y dueños de grandes haciendas?El campo mexicano: entre los negocios
y el olvido
ÁLVARO SANJUÁN
“No hablo al presidente de la república, a quien no
conozco, ni al político del que desconfío; hablo al mexicano, al hombre de
sentimientos y razón”
-Emiliano Zapata
El Tratado de Libre Comercio que firmó Carlos Salinas de
Gortari con Estados Unidos y Canadá ha sido un fracaso, pero para unos cuantos
ha sido un gran negocio. En su momento mucho se le criticó a Salinas la
desventaja en la que dejó a los productores del campo mexicano, y ya ni se diga
a los campesinos que dependen de San Isidro Labrador para levantar sus cosechas.
Un ejidatario mexicano jamás podrá competir con un agricultor de Estados Unidos:
allá, por ejemplo, reciben subsidios del gobierno por lo que producen y no por
las hectáreas que siembran. Aquí existe el PROCAMPO, que más bien es un apoyo
con fines electorales que siempre llega tarde o fuera de tiempo y solo es
puntual cuando hay elecciones para que voten por los candidatos del gobierno en
turno, ya sean del PRI o del PAN. Esas son las políticas públicas para el campo
mexicano, el que hoy sobrevive gracias a la Virgen de Guadalupe.
Alguien dijo una vez que la prueba científica de que Dios
existe es que millones de campesinos en todo el país logran sobrevivir por los
programas asistenciales como PROSPERA, el famoso 70 y más, las pensiones de
veinte pesos al día y otras linduras de la SEDESOL. Porfirio Díaz decía “¡mátenlos
en caliente!”, ahora, con la modernidad, ya cambió la logística: hay que
prolongar la agonía del campo de México, hay que hacer crecer la industria de
pobres, la de la pobreza extrema y la pobreza alimentaria para que se mueran
lentamente. Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo en su momento pusieron
su gota de ayuda para perjudicar al campo: Salinas desapareció FERTIMEX y
Zedillo la CONASUPO, para vengarse del hermano incómodo. Gracias a Salinas hoy
se importan los fertilizantes -por supuesto se pagan en dólares- y para que los
negocios sean redondos, se dieron a empresas para dicho fin, como la que hoy
tenemos en Durango, que pertenece a un corporativo de Sinaloa. Zedillo, para
vengarse de Raúl Salinas, desapareció la CONASUPO, bodegas donde se
comercializaban las cosechas de los campesinos: les pagaban en ese momento, los
precios eran justos, no había SAGARPA, coyotes disfrazados de acopiadores y no
veíamos a productores tomando oficinas para que, como a Bartola, les paguen sus
dos pesos.
¿Quién dice que el campo mexicano lleno de pobres como está
no es negocio? Por irónico y amargo que parezca, sí lo es para el gobierno, partidos,
políticos, “líderes” campesinos, inversores, acopiadores, entre otros. Estamos
en condiciones de darles solo un pequeño ejemplo: ha tomado auge el tema de los
fertilizantes orgánicos, esos que no contaminan y pueden ser mejores que los
químicos importados. En Tuitán, un conocido empresario y dueño de una de las
haciendas más famosas del estado, se asoció con algunos ejidatarios de ese
lugar para producir el fertilizante orgánico a base de nopal, pero ¿qué cree?
De fuentes bien informadas se sabe que los recursos para instalar esta planta
vienen de la SAGARPA, vía el programa PROCEDE, y como se requiere cumplir con
las reglas de operación… ahí están los ejidatarios, que para eso son. Ahora ese
ejido ya puede presumir que gracias al empresario entró la globalización. Hay
otro acopiador de nombre Jorge Pérez que también está metido en el negocio de
los fertilizantes orgánicos: él es uno de los más famosos acopiadores de frijol
del valle de Villa Unión y Poanas. Dichos empresarios están comercializando el
litro de fertilizante a trescientos pesos y, de acuerdo a los conocedores de la
materia, producir un litro de fertilizante orgánico es sumamente barato.
Ahora vea usted la diferencia: el dirigente de UNORCA, Cruz
Valles, quien acompañó en sus míticas luchas y marchas campesinas a Álvaro
Ríos, organizó a mujeres de Cieneguilla para construir una planta para producir
fertilizante orgánico a base de lombrices californianas: puede fabricar, en su
momento, hasta diez mil litros de ese producto. Las diferencias que les
mencionábamos entre los empresarios antes citados y la fundación que creó
UNORCA es que esta última regala el fertilizante al productor cuando este lo
solicita. En cambio, el empresario que lo vende utiliza recursos federales como
los de PROCEDE: es decir, recursos públicos de nuestros impuestos. Hacer
negocios con dinero público es un tema que muchos empresarios manejan al cien.
SAGARPA está obligado a tener cuidado para qué son y a quién se los da ¿O
seguirá apoyando a los acopiadores, inversores y dueños de grandes haciendas?