Los derechos pendientes, de José Luis Ramírez
ÁLVARO SANJUÁN
“He llegado a pintar con la
misma naturalidad con la que hablaba, respiraba y sudaba”
-Diego Rivera
Al mirar el mural que pintó en el Congreso del Estado
el artista José Luis Ramírez, no podemos
evitar citar lo que una vez dijo Octavio Paz: ahora sabemos que el reino del
progreso no es de este mundo. No se equivoca Arturo Kampfner cuando nos dice:
estamos frente a un artista que en pocos años no solo será orgullo de Durango o México, sino de los mejores
muralistas del mundo. Sin duda, el mural de José Luis es una denuncia política
y social, una crítica al Estado mexicano y a los gobiernos en turno, por la
deuda contraída con un pueblo que solo tiene derechos en nuestra Constitución, pero que en los
hechos es un país rico lleno de pobres, de impunidad, injusticias,
desigualdades, marginación, concentración de la riqueza en unas cuantas manos y
el poder una oligarquía.
Vemos en el mural del pintor
duranguense cómo los derechos superiores
de las niñas y los niños son violentados, olvidando que forman parte de un
artículo de la Constitución. Por eso quizás Ramírez plasmó la tristeza en sus
miradas y la ausencia de sonrisas a las que tienen derecho. Por otro lado, el muralista también trata de la misma manera el
mundo de los jóvenes, los retrata como si su destino fuera el de un trapecista
a punto de caerse de una cuerda floja, nos habla de los “ninis,” aquellos cuya única salvación es caer en las redes perversas de la
narcoviolencia o buscar el sueño americano. Pero no solo nos habla de las niñas
y niños o los jóvenes, dibuja también que estos siguen buscando los derechos
pendientes. ¿Cómo dejar fuera a los adultos mayores, que de acuerdo a nuestra Constitución tienen derecho a
una vejez digna, en lugar de verlos por las calles de nuestra ciudad pidiendo
para comer o esperando una gota de ayuda? El mérito del trabajo del artista es el de haber hecho el mural en el
lugar indicado: la casa del pueblo. Para que nuestros legisladores cada vez que
lo vean, recuerden que no solo se trata de hacer las leyes, estas deben reflejarse en la sociedad.
El otro tema del mural Los derechos Pendientes es que hizo
historia. En su discurso, el hoy
exdiputado local Arturo Kampfner nos narra que desde hace setenta y ocho años
no se pintaba un mural público en
Durango. Sin duda el joven pintor con esta obra ya pertenece a la
escuela de otros muralistas como Guillermo Bravo, Montoya de la Cruz y del
muralista vivo y universal de El Salto, Pueblo Nuevo, Guillermo Ceniceros. ¡Cómo nos
daría gusto que los duranguenses nos diéramos el tiempo para ir a ver este
mural!, porque es el mejor
homenaje y reconocimiento que se le puede hacer a José Luis Ramírez y, por supuesto, que den su opinión. Deseamos que no
pasen otros setenta y ocho años para que se vuelva a pintar un nuevo mural público un Durango. Sería inaceptable
que así sucediera debido a que pintores como José Luis Ramírez no nacen todos
los días, como no han nacido otros Clementes Orozco, Siqueiros o Diegos
Rivera. A reserva de equivocarnos, podemos decir que el mural los derechos pendientes bien vale
una misa.
Pero el trabajo del pintor también plantea otra problemática, nos lo recuerda otra vez Kampfner: pasaron setenta y
ocho años para que se pintara en Durango un mural público. Esto nos habla de la
ausencia de una política cultural pública: no se trata solo del pintor José Luis Ramírez y quienes lo
ayudaron, hay muchos artistas en
Durango que teniendo enorme talento se pueden pasar la vida sin siquiera pintar
una acuarela, escribir una novela, un ensayo o hacer una escultura y otras
cosas que tienen que ver con el arte. Y ya
que hablamos de los derechos pendientes, la cultura es también un derecho humano. Todos queremos que
la famosa alternancia llegue al IMAC y al ICED. Qué bueno que artistas
como José Luis Ramírez no caigan en la seducción del canto de las sirenas y
siga conservando la sana distancia. Ya lo dijo Emiliano Zapata: prefiero ser
esclavo de los hombres que del poder.
Los derechos pendientes, de José Luis Ramírez
ÁLVARO SANJUÁN
“He llegado a pintar con la
misma naturalidad con la que hablaba, respiraba y sudaba”
-Diego Rivera
Al mirar el mural que pintó en el Congreso del Estado
el artista José Luis Ramírez, no podemos
evitar citar lo que una vez dijo Octavio Paz: ahora sabemos que el reino del
progreso no es de este mundo. No se equivoca Arturo Kampfner cuando nos dice:
estamos frente a un artista que en pocos años no solo será orgullo de Durango o México, sino de los mejores
muralistas del mundo. Sin duda, el mural de José Luis es una denuncia política
y social, una crítica al Estado mexicano y a los gobiernos en turno, por la
deuda contraída con un pueblo que solo tiene derechos en nuestra Constitución, pero que en los
hechos es un país rico lleno de pobres, de impunidad, injusticias,
desigualdades, marginación, concentración de la riqueza en unas cuantas manos y
el poder una oligarquía.
Vemos en el mural del pintor
duranguense cómo los derechos superiores
de las niñas y los niños son violentados, olvidando que forman parte de un
artículo de la Constitución. Por eso quizás Ramírez plasmó la tristeza en sus
miradas y la ausencia de sonrisas a las que tienen derecho. Por otro lado, el muralista también trata de la misma manera el
mundo de los jóvenes, los retrata como si su destino fuera el de un trapecista
a punto de caerse de una cuerda floja, nos habla de los “ninis,” aquellos cuya única salvación es caer en las redes perversas de la
narcoviolencia o buscar el sueño americano. Pero no solo nos habla de las niñas
y niños o los jóvenes, dibuja también que estos siguen buscando los derechos
pendientes. ¿Cómo dejar fuera a los adultos mayores, que de acuerdo a nuestra Constitución tienen derecho a
una vejez digna, en lugar de verlos por las calles de nuestra ciudad pidiendo
para comer o esperando una gota de ayuda? El mérito del trabajo del artista es el de haber hecho el mural en el
lugar indicado: la casa del pueblo. Para que nuestros legisladores cada vez que
lo vean, recuerden que no solo se trata de hacer las leyes, estas deben reflejarse en la sociedad.
El otro tema del mural Los derechos Pendientes es que hizo
historia. En su discurso, el hoy
exdiputado local Arturo Kampfner nos narra que desde hace setenta y ocho años
no se pintaba un mural público en
Durango. Sin duda el joven pintor con esta obra ya pertenece a la
escuela de otros muralistas como Guillermo Bravo, Montoya de la Cruz y del
muralista vivo y universal de El Salto, Pueblo Nuevo, Guillermo Ceniceros. ¡Cómo nos
daría gusto que los duranguenses nos diéramos el tiempo para ir a ver este
mural!, porque es el mejor
homenaje y reconocimiento que se le puede hacer a José Luis Ramírez y, por supuesto, que den su opinión. Deseamos que no
pasen otros setenta y ocho años para que se vuelva a pintar un nuevo mural público un Durango. Sería inaceptable
que así sucediera debido a que pintores como José Luis Ramírez no nacen todos
los días, como no han nacido otros Clementes Orozco, Siqueiros o Diegos
Rivera. A reserva de equivocarnos, podemos decir que el mural los derechos pendientes bien vale
una misa.
Pero el trabajo del pintor también plantea otra problemática, nos lo recuerda otra vez Kampfner: pasaron setenta y
ocho años para que se pintara en Durango un mural público. Esto nos habla de la
ausencia de una política cultural pública: no se trata solo del pintor José Luis Ramírez y quienes lo
ayudaron, hay muchos artistas en
Durango que teniendo enorme talento se pueden pasar la vida sin siquiera pintar
una acuarela, escribir una novela, un ensayo o hacer una escultura y otras
cosas que tienen que ver con el arte. Y ya
que hablamos de los derechos pendientes, la cultura es también un derecho humano. Todos queremos que
la famosa alternancia llegue al IMAC y al ICED. Qué bueno que artistas
como José Luis Ramírez no caigan en la seducción del canto de las sirenas y
siga conservando la sana distancia. Ya lo dijo Emiliano Zapata: prefiero ser
esclavo de los hombres que del poder.
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