“Quisiera ahora estar sentado en una gran piedra bajo los árboles y sentir el paso del tiempo”
-Carlos Montemayor, escritor
Carlos Montemayor nació en Parral, Chihuahua, lugar donde fue emboscado y asesinado el General Francisco Villa, en esa tierra “donde descansa para siempre el General”, como dice el corrido que le compuso Pepe Albarrán. En Chihuahua también, de acuerdo al historiador alemán Friedrich Katz, por los rumbos de San Andrés, dio comienzo el movimiento armado de 1910 y fue también allá hace 50 años, en 1965, que un grupo de guerrilleros al mando de Arturo Gámiz intentó tomar el cuartel militar de Madera, Chihuahua. Y de esa parte de la historia de la guerrilla en México, Carlos Montemayor escribió su libro Las armas del alba, y de este libro tiempo después nace su novela póstuma Las mujeres del alba, que el escritor consideró como su mejor novela.
Sin el escritor Carlos Montemayor tal vez no nos podríamos explicar la historia novelada de la guerrilla en México, solo él pudo escribir Guerra en el paraíso, la novela que nos lleva a la vida del más grande guerrillero de los años ’70: Lucio Cabañas Barrientos, solo el escritor de Parral, Chihuahua, le pudo dar vida a ese episodio de la guerrilla en el estado de Guerrero. No contada como una anécdota histórica más, sino como testimonio de cómo personajes como Lucio Cabañas pueden dar paso a una historia, y no solo como una víctima más de la guerra sucia de los años ’70 en el sexenio de Luis Echeverría Álvarez. Todo el mérito literario para que el guerrillero de Atoyac de
Álvarez, Guerrero quede en la memoria de los mexicanos es de Carlos Montemayor, y como lo dijo Jesús Vargas Valdés el día de la presentación de la novela Las mujeres del alba: “las grandes obras como las que nos dejó Carlos un día serán como el Pedro Páramo de Juan Rulfo”.
Cuando la profesora Alma Gómez, hija del médico Pablo Gómez, le cuestionó cuando presentó Las armas del alba en Ciudad Juárez, Chihuahua, que ella no veía por ningún lado a las mujeres de los guerrilleros, Carlos desde ese momento se comprometió a escribir la historia de las mujeres de los guerrilleros de Madera, cosa que cumplió y una mañana del 8 de noviembre de 2009 escribió a mano, como lo hizo en toda la novela, las últimas palabras de Montserrat, hija. Terminada la novela, le dijo a su esposa Susana de la Garza, que es de Durango: “Susana, es mi mejor novela”. En la presentación de la novela Las mujeres del alba, Jesús Vargas Valdés, también de Parral, puso en la mesa que la novela de Carlos sin quererlo y tal vez sin proponérselo habló por todas las mujeres que amaron y acompañaron a los hombres que lucharon en la Revolución, unas al lado del General Francisco Villa y su famosa División del Norte, otras en el Ejército del Sur del General Emiliano Zapata. Ellas fueron las soldaderas, sin ellas tal vez la Revolución no hubiera sido posible. Ese es el legado de la novela de Montemayor, de las soldaderas nacen las mujeres del alba, vinculadas a la historia de México.
Herculana, la madre de Matías Fernández, fue la mujer que cautivó al escritor. Alma, Montserrat la hija, Montserrat la madre, Paquita, Estela, Carmen, Irene, Lupe, Albertina son las mujeres del Alba y ellas, como muchas otras: la mujer y las hijas de Rubén Jaramillo, la
madre y la hermana de Lucio Cabañas, las madres, las esposas, las hijas, las novias de muchos otros que murieron como en Madera o en Guerrero. Las mujeres del alba podría ser la novela de todas las mujeres del alba de México.
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