domingo, 22 de marzo de 2015

La partidocracia: del IFE a la Suprema Corte de Justicia


Ya conocemos la frase que se quedó para siempre en la cultura de la política mexicana: la amistad se refleja en la nómina. Esta sería una de las explicaciones de por qué Eduardo Medina Mora se ha convertido en ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Cuando Enrique Peña Nieto presentó la terna para que de ahí saliera quien ocupara la vacante, no hubo sorpresas pero sí sorprendidos, ya que semanas antes en los medios se comentaba que Medina Mora era el candidato de Los Pinos. Solo fue cuestión de tiempo para que el Senado de la República ratificara la propuesta de Peña Nieto. Dice el refrán que más vale suerte, el saber nada importa. Y al menos así parece ser el caso Medina Mora. Tiene amigos poderosos en el mundo de los llamados poderes fácticos, Se le liga, por ejemplo, con Televisa, empresa tan poderosa que tiene en el Congreso su telebancada, la hermana del segundo de a bordo de Azcárraga Jean, Bernardo Gómez, es procuradora de la república, y parafraseando a Martín Urieta, ¿Qué de raro tiene que Medina Mora sea ministro? Desgraciadamente aquellos que tienen carrera judicial de toda la vida, con conocimientos y la experiencia para ser ministros de la Suprema Corte, para variar se han quedado fuera porque en México importa más la política que los que sepan aplicar la justicia. Pero no solo la propuesta de Peña Nieto tuvo que ver con el nombramiento de Medina Mora: el PRI y el PAN aportaron su gota de ayuda para que esto fuera posible, no importó que de acuerdo a expertos en Derecho Constitucional con el nombramiento del nuevo ministro se viola el artículo 94 de la Constitución, que establece, entre otras cosas, como requisito que para ser ministro de la corte se requieren mínimo dos años de residencia en el país. Para cubrir este vacío legal, se argumentó que la embajada de México en Estados Unidos es territorio mexicano, lo cual de acuerdo al derecho internacional es correcto, pero la Constitución es ley suprema y debe cumplirse lo que ella establece. “Haiga sido como haiga sido”, los senadores, que son expertos en Derecho Constitucional, consideraron que la Constitución no se violó. Superada esa laguna constitucional, el PRI y el PAN se pusieron de acuerdo para poyar la propuesta de Peña Nieto, con la condición de que en el futuro al PAN lo dejen poner a uno de los ministros que tendrán que ser nombrados en su momento.
En ocasiones escuchamos a los líderes de partidos políticos hacer declaraciones en contra de los poderes fácticos, porque afirman que cogobiernan este país, y ellos como la zorra que no se ve su cola. Desde que José Woldenberg se fue del IFE, la partidocracia tomó por asalto este instituto que supuestamente se fundó para que fuera dirigido por ciudadanos, y ya ve en lo que terminó: los partidos quitando y poniendo consejeros mediante el mecanismo de las famosas “cuotas”. La partidocracia le hizo tanto daño al IFE que terminó perdiendo la credibilidad y la confianza de los ciudadanos. Un IFE sin facultades para ponerle un alto a los partidos, ni siquiera para servir como árbitro electoral, concretándose solo a organizar las elecciones y cuando había problemas echarle la bolita a las instancias correspondientes. Ahora tenemos la misma gata, nomás que revolcada: el INE, y, como ya es costumbre, los partidos se volvieron a servir con la cuchara grande. Los partidos más importantes lograron poner consejeros: un INE que al día de hoy solo sirve para cobrarle multas al Verde Ecologista de México por violar la ley electoral cuantas veces se le antoje. ¿O acaso estamos representados los ciudadanos en el INE?
Así que los partidos no nos digan que son los inocentes del día 28 de diciembre: tienen responsabilidad sobre en lo que se convirtió el IFE, de cómo quedó conformado el INE con sus cuotas de consejeros, y en el caso de Medina Mora podrá tener una carrera impresionante en los órganos de seguridad del Estado Mexicano, embajador en Inglaterra y en Estados Unidos, ¿pero dónde está su impresionante carrera judicial? Ninguno de los senadores que votaron por él pudo demostrar que inició su carrera judicial de actuario, de juez civil o penal, juez de distrito o haber pasado por la judicatura o alguna sala de la Suprema Corte. Que haya sido embajador sin ser diplomático de carrera porque en México se acostumbra a enviar de embajadores a políticos encumbrados eso es una cosa, y otra que una persona sin carrera judicial se convierta en ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

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Que se acabe el gatopardismo en México, que cuando algo cambie, que no siga igual, que sea para bien.