Parece un cuento surrealista: quienes producen los granos básicos para la alimentación de los mexicanos, el maíz y el frijol, desde la época del llamado “milagro mexicano”, en los años dorados del famoso desarrollo estabilizador, los campesinos ya no saben si encomendarse a la virgen de Guadalupe o a San Judas Tadeo como lo dijo hace unos días Sergio Silva: para que el gobierno entienda que es el tiempo ya de volver los ojos al campo mexicano y hacerlo productivo para dejar de importar millones de toneladas de frijol y de maíz todos los años o que nos expliquen las instancias del gobierno federal si es más barato importar que producir y ser autosuficientes en materia alimentaria o que, de plano, se nos diga si ya el campo mexicano no es negocio como lo es en otros países, y que ya no tiene sentido invertir recursos para el campo, porque da la impresión de que los miles y miles de millones de presupuesto de la SAGARPA son un barril sin fondo, los resultados no se ven por ningún lado y sólo la burocracia “campesina” vive muy bien a costa de los hombres del campo.
El problema del campo no es nada sencillo, es más complejo de lo que parece, está lleno de contrastes, de desigualdades y paradojas. Una de las realidades, como lo hemos apuntado en otras colaboraciones en este medio, es que el medio rural en el país y en Durango parecen lugares habitados por fantasmas, nadie tiene futuro, ni las mujeres ni los hombres jóvenes, ni las mujeres ni los adultos mayores. Los jóvenes sólo tienen un destino: Buscar la vida en Estados Unidos o emigrar a los centros urbanos como la ciudad de México, Guadalajara, Monterrey o la zona fronteriza para trabajar en las maquiladoras, ganando salarios que les dan para malvivir. Por supuesto que nadie quiere irse de su tierra, lejos de sus padres, su esposa y sus hijos, si donde uno nace no hay destino hay que ir a buscarlo donde se encuentre y eso es legítimo. Dice Enrique Peña Nieto que con la reforma energética habrá recursos de sobra para el campo, millones de empleos y oportunidades. Pasaremos de importadores a exportadores, la educación pública será de primer mundo, la UNAM ya no rechazará a más de 100 mil jóvenes cada año por falta de espacios educativos, pero mientras eso llega, ¿qué se puede hacer? Si la reforma energética resultara ser, como una vez anunció López Portillo, “prepárense, mexicanos, para administrar la abundancia”, cosa que no sucedió.
Los campesinos mexicanos le han dado mucho a su país. En 1910, sin ellos la revolución no hubiera sido posible porque la clase media o los terratenientes liberales como los Madero, los Carranza, los profesionistas o los intelectuales, ellos eran unos cuantos, lo que no impidió que ellos fueran los ganadores de este movimiento social. Sin los campesinos, el PRI, en un momento dado de su historia, tampoco hubiera sido posible, no hay que olvidar que por muchos años fueron considerados “los hijos predilectos del régimen”, sobre todo en los años 60’s con Carlos Madrazo Pintado, presidente del PRI nacional. Después, vinieron Echeverría y López Portillo, usted ya conoce la historia. Para ellos, los campesinos harían la otra revolución: la “revolución verde del campo”. Como usted podrá ver, los campesinos siempre han estado en los discursos del gobierno y lo estarán mientras les sean necesarios, porque lo importante no es que el campo produzca, lo que interesa es que le sigan dando votos en las elecciones y más cuando estas son cerradas y polémicas, y el voto rural se convierte en el fiel de la balanza. Al paso que vamos, México, en el futuro, será urbano, los campesinos y el campo sólo formarán parte de nuestra historia. De acuerdo a los pesimistas, México estaría por convertirse en un país que no necesite productos agropecuarios, porque gracias a las reformas, que sin duda serán exitosas, podremos importar todo lo que necesitemos y hasta nos va a sobrar.
Por lo pronto, mientras eso llegue, seguiremos rindiéndoles homenajes a nivel nacional todos los años al General Emiliano Zapata, sobre todo el 10 de abril de cada año para no olvidar que fue asesinado por defender aquello que decía: “La tierra es de quien la trabaja” y no de los acopiadores, los coyotes y las mafias de las centrales de abasto. Lo mismo aquí en Durango, cada 25 de marzo recordaremos al líder campesino Guillermo Meraz, que tanto luchó, a pesar de su corta vida, a favor de los campesinos. Nunca falta el prietito en el arroz. Qué lástima que la historia oficial los 23 de mayo de cada año no le rinda homenaje público al morelense Rubén Jaramillo, que a la edad de 14 años luchó en la revolución bajo las órdenes del General Zapata. Jaramillo es otro de los hombres del campo que luchó por los de su clase y por ello fue asesinado, sólo por querer darle a los campesinos mejores niveles de vida.
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