viernes, 20 de diciembre de 2013

Lo que importa son los negocios: La consulta popular puede esperar

"Cualquier tonto puede decir la verdad, el mejor mentiroso es el que logra que una pequeña mentira dure mucho tiempo" -Samuel Butler Siempre los clásicos tienen la razón: Lo que se pospone, se cancela. La consulta popular que se encuentra en el artículo 35° de la Constitución, sus leyes reglamentarias serán discutidas hasta nueva orden. Pero veamos la otra cara de la moneda: no podemos pedirle peras al olmo, tampoco a nuestros diputados federales y senadores, que podrían pasar al récord Guiness por haber aprobado en muy poco tiempo las "reformas estructurales que el país necesita", entre ellas la laboral y la educativa, la de comunicaciones, la hacendaria, la energética y, como dice la canción, quedó pendiente una boda, es decir, la consulta popular, porque esta es otra historia y por eso la dejaron en la congeladora. La razón es que se puede convertir en un instrumento para la sociedad civil y, en su momento, en un riesgo para los que ejercen el poder. Por ejemplo, ¿hubiera sido aprobada la reforma energética si se pone a consideración de los mexicanos? Eso nunca lo sabremos, en este país, después de la reforma energética, ya no hay nada que hacer. Sólo que se atrevan a privatizar el patrimonio guadalupano de los mexicanos. Lo cierto es que el 2013 pasará a la historia como el año de las grandes reformas, ¿kabalístico? Dirían los brujos de Tuitán. Muchos historiadores afirman que los 30 años de la dictadura de Porfirio Díaz ha sido la mejor época de México, porque su política era muy sencilla: "Paz y progreso o mátenlos en caliente". ¿A qué precio? Los resultados usted los conoce muy bien: se olvidó de las libertades democráticas de los mexicanos de la época terminó en el exilio en Francia. El ejemplo más reciente en este tema es la dictadura militar de Augusto Pinochet en Chile, que si bien desde el punto de vista económico pudo tener éxito, cometió el mismo error que Don Porfirio y que muchos otros dictadores latinoamericanos, que cuando se les apareció el fantasma de la democracia, por la voluntad siempre sabia de los ciudadanos. La moraleja es que no hay progreso en una dictadura que dure 100 años ni democracia que los aguante. En este asunto de la consulta popular, las palabras del diputado federal Ricardo Monreal pueden resultar proféticas: "La pretensión de la izquierda de echar atrás la reforma energética mediante la consulta popular es una ilusión". Y Monreal sabe lo que dice. Se podría decir que, de acuerdo a las encuestas, no dejó contenta a la mayoría de los mexicanos, pero a las minorías sí, y al decir minorías nos referimos a las élites del poder político, del poder económico, los poderes fácticos y a las transnacionales que se van a despachar con la cuchara grande. A la distancia, recordamos dos posturas de las dos figuras de la izquierda: Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador. La de Cárdenas hasta hoy sigue sigue firme: que se realize en 2015 una consulta popular vinculante para que no haya reforma energética. Esto no será posible porque el PRI jamás lo permitirá. Andrés Manuel proponía que la consulta popular fuera antes de la reforma, siempre supimos que esto sería imposible y no sabemos cuál es el mensaje que mandó MoReNa a través de Martí Batres con lo que declaró hace unos días a los medios nacionales: "Para revertir la reforma energética, el camino de la consulta popular no es la vía". Dice el refrán: palo dado ni Dios lo quita, el otro dice: el que pega primero pega dos veces y eso le pasó a la izquierda burocrática y electoral. Tal parece que vivimos en el país donde lo legal no es legítimo y viceversa, lo mismo sucede con que lo trascendente es instrascendente. Para entender un poco de lo que hablamos, pongamos unos ejemplos: en el 2006, le hicieron fraude a López Obrador y por eso se decía que teníamos un presidente legal y otro legítimo. Un ejemplo más: en México, lo trascendente es que el equipo América fuera bicampeón del futbol mexicano y que en Brasil ganara la copa del mundo. Lo intrascendente es que la reforma política se haya quedado corta, que sigamos teniendo 500 diputados federales, la partidocracia no se tocó para nada y en el 2014 los premiaremos dándoles casi 5 mil millones fe pesos fe nuestros impuestos: ¿Le seguimos o aquí le dejamos?

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Que se acabe el gatopardismo en México, que cuando algo cambie, que no siga igual, que sea para bien.