domingo, 3 de agosto de 2014

A los campos de golf no les afectará la reforma energética

Dicen los ideólogos de la Teoría del Estado que una de las características del Estado moderno es el poder. Y, si alguien lo dudaba, Enrique Peña Nieto, al frente del ejecutivo, lo ha demostrado. En un tiempo muy corto, una vorágine de reformas, a las que se les conoce como estructurales, han pasado por San Lázaro y por la nueva sede de los senadores por la Avenida Reforma de la Ciudad de México. Primero la laboral, que hasta la fecha no funciona; la educativa, que, si llegara a ser realidad, pasarán varios años para verla en los hechos; la hacendaria, que tiene a los empresarios pequeños, medianos y a los de élite molestos porque han aumentado los impuestos, hay más recaudación fiscal, pero la economía del país no crece, miles de negocios han cerrado o quebrado, aumentó la economía informal; la de telecomunicaciones fue hecha con dedicatoria a Televisa; la energética, que ya es un hecho, para muchos será mejor que el paraíso de Eva y Adán, solo falta la reforma profunda del campo mexicano o lo que queda de él.

Cuando se anunció el famoso Pacto por México, acuerdo al que llegaron las élites de los partidos PRI, PAN y PRD, porque la militancia ni siquiera fue tomada en cuenta, hubo pocas voces que lo criticaron y la mayoría, hay que decirlo con honestidad, apoyó el pacto. Decían los agoreros del pacto que desde el Constituyente de 1917 no había sucedido nada parecido, que este pacto era la salvación que tanto esperaba nuestra patria, a la que le fue escriturada lo que dijo López Velarde: “los veneros del diablo”. Aquellos días de la firma el PAN y el PRD ni se dieron cuenta de que le estaban firmando un cheque en blanco a Enrique Peña Nieto y al PRI. El PRD hoy se parece mucho al título de la novela de Milan Kundera: El libro de los amores ridículos.
El PAN, parafraseando al refrán popular: más vale una gubernatura en mano que ver un ciento volar. Esto lo decimos porque mucho se dice que ya se negoció la gubernatura de Chihuahua para el defensor de los salarios mínimos, que ni le han dicho, ni ha leído, lo que dice el artículo 123 constitucional al respecto, nos referimos al panista “ya vas”, Gustavo Madero, más aún, crecen los rumores de que debido a la reforma energética también podía estar atravesada la gubernatura del estado de Querétaro, y, tómelo con mucha calma y con pinzas, la de Durango, en la persona de José Rosas Aispuro. Nosotros, como Santo Tomás: ver para creer. Al fin y al cabo, la reforma energética bien vale una misa.

De los panistas se sigue diciendo que hicieron acuerdos de la energética por la electoral, porque hasta se ufanan de que llevan su ADN, pero, para ser sinceros, la reforma político-electoral no es como la querían los panistas, quedó al gusto del PRI: Que todo cambie para que todo siga igual. Pero ninguna de las reformas hasta hoy aprobadas significan tanto para el país como la energética, que da la impresión de que, así como la de telecomunicaciones se le dedicó a Televisa, aunque parezca una ironía, está dedicada a las transnacionales, a los inversionistas ricos de México, y, aunque parezca increíble, también a los pobres: a los campesinos y a las comunidades indígenas. Quien le dio la estocada final al campo mexicano fueron las leyes secundarias de la reforma energética, votadas a favor por la aplanadora del PRI, el PAN y las muchachas y muchachos del Verde Ecologista y el PANAL. La ley quedó muy clara: Los pasos de servidumbre, la propiedad comunal, tierras ejidales y todo lo que se conoce como propiedad social, y no se escaparon, por supuesto, las pequeñas y medianas propiedades. Dice la ley que, donde sea necesario, se aplicará la “utilidad pública”, ¿qué no es expropiación? En los terrenos en que tengan que instalarse a quienes son los dueños de los contratos en materia de hidrocarburos y
energía. Para seguir dándonos atole con el dedo, hoy utilizan frases que nos conmueven hasta las lágrimas, por ejemplo: ocupación temporal, ocupación superficial, entre otras cosas.

Decía José Saramago: “no es que sea pesimista, es que el mundo es pésimo”. Cualquier parecido con la situación actual del país es pura coincidencia. Volviendo al tema de la “ocupación temporal”, piense por un momento que usted es campesino, que es dueño de una parcela ejidal de cinco hectáreas para sembrar maíz o frijol y que, de pronto, se instala una empresa para perforar y extraer petróleo y, como la ley la ampara para ocupar su parcela “de manera temporal”, supongamos que esta dura 15 o 20 años, ¿cómo quedaría su parcela?, ¿usted cree que estaría en condiciones de volver a sembrar?, ¡Claro que no!. Como están las cosas, tal vez un día pueda suceder que solo nos queden los campos de golf o de futbol, como el estadio Azteca que, por cierto, si no lo sabía, se construyó en tierras ejidales por causa de “utilidad pública”. Otro, donde juegan las Chivas o el Santos Laguna. Dios quiera que los estadios donde juegan los Jaguares de Chiapas o los Tiburones de Veracruz no se encuentre petróleo, porque serían ocupados “de manera temporal o superficial”.

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Que se acabe el gatopardismo en México, que cuando algo cambie, que no siga igual, que sea para bien.