domingo, 13 de agosto de 2017

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El PRI, en busca del Emmanuel Macron mexicano 
ÁLVARO SANJUÁN 
Salvador Dalí, uno de los artistas más emblemáticos de la corriente del surrealismo dijo: “nunca más volveré a México, porque este país es más surrealista que mis pinturas”. Y si algo se parece al surrealismo o a la novela de Mario Puzo, El Padrino, es la política mexicana. El nuevo PRI sigue siendo el viejo PRI. No sabemos cuál de los dos ha sido más corrupto, si el de los tiempos del cachorro de la Revolución, Miguel Alemán Valdés con José López Portillo, quien se autodefinió como el último presidente de la Revolución Mexicana, o el actual sexenio de Enrique Peña Nieto. ¿A quién le otorgamos el Oscar de la Academia de la corrupción? El PRI no entendió que el sistema político empezó a agotarse con el Movimiento Estudiantil del ’68. El tricolor fue por varias décadas el pilar de dicho sistema. El segundo aviso lo vivió en carne propia en el 2000, y si regresó al poder fue porque el PAN resultó ser igual de corrupto o más, pero les faltó oficio para gobernar. Ignoramos hoy si el PRI entendió la lección o ha legado tarde para ser autocrítico, entender que pasaron sus años dorados, que México no es el de los años 40’s, 50’s o 60’s. Y lo más importante: la sociedad le dio la espalda y se la dará cuantas veces sea necesario. Ya encarrerado el gato, ningún partido está a salvo de una sociedad cada vez más informada y politizada. Con esta breve semblanza, ayer llegó el PRI a una más de sus asambleas. Quizá lo más destacable sería que abrió el partido para que sus simpatizantes puedan ser candidatos a un puesto de elección popular y acabar con las prácticas políticas conocidas como Chapulines, esto con respecto a las pluris. Sin duda, el tema de los simpatizantes es posible que sea la crónica de una candidatura anunciada: la de José Antonio Meade Kuribeña, que desde septiembre es el Secretario de Hacienda. El caso de Aurelio Nuño es distinto, el aspirante que sí sabe “ler” ha declarado que tiene 

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10 años de militancia, por ello se autodescarta como candidato externo. En cambio, el secretario Meade puede presumir que no se ha afiliado a ningún partido político, pero ha sido funcionario público con priístas y panistas. Junto con Luis Videgaray, Aurelio Nuño y otros, son los “Toficos” del actual sexenio peñista, o sea el grupo del ITAM en busca de la presidencia de México.  

Algunos analistas políticos ya hablan de Antonio Meade como el Emmanuel Macron mexicano, el joven presidente de Francia que logró unir a varios partidos y lo llevaron a la presidencia de ese país. En la segunda vuelta, apoyaron a Macron los conservadores y los socialistas. En sus respectivas campañas, Le Pen y Macron en sus discursos renegaban de la izquierda y de la derecha, y esos discursos fueron retóricos y demagógicos. “Le Pen representa a la extrema derecha autóctona francesa y Macron viene de la centroizquierda socialista o la tercera vía, como la llaman los franceses. Macron fue el cerebro económico del gobierno de François Hollande.”, esto de acuerdo a medios internacionales. ¿Ha sido Meade el cerebro económico del gobierno de Peña Nieto? Emmanuel Macron en tan solo un año se convirtió en un fenómeno político en Francia, ¿logrará eso el secretario de Hacienda? Salvo que usted opine lo contrario, entre Francia, México, Emmanuel Macron y José Antonio Meade hay varios años luz de distancia. Al menos en aquel país europeo sí hay democracia: hubo una segunda vuelta, nadie habló de un fraude electoral ni terminaron en un INE francés las elecciones. Si el plan de Peña Nieto le sale bien para que Antonio Meade sea el candidato, el tiro le podría salir por la culata, porque su posible candidatura podría dividir al PRI como nunca en su historia.  


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Sin duda alguna, Peña Nieto les dio un golpe mortal a los priístas históricos que hicieron del PRI durante varias décadas un partido ganador. El PRI podrá seguir haciendo asambleas, reformando sus estatutos, abriendo y cerrando candados, ofreciendo candidaturas a sus simpatizantes, pero todo podría ser coyuntural y efímero. Lo que necesita el Partido Revolucionario Institucional es ser un partido independiente, autocrítico y libre para tomar sus propias decisiones, que el presidente de la república no siga siendo el fiel de la balanza o que tome decisiones autoritarias para mandarles ilustres desconocidos a dirigir el partido. Deben dejar atrás la sumisión ciega a quien manda en Los Pinos. No debe ser un partido que busque simpatizantes, eso es una burda simulación. Lo que busca Peña Nieto en realidad es dejar en Los Pinos a un grupo de incondicionales egresados del ITAM que le cubran las espaldas cuando llegue el momento. Por falta de espacio, las pluris que pretende acabar el PRI terminarán en los tribunales. 

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Que se acabe el gatopardismo en México, que cuando algo cambie, que no siga igual, que sea para bien.