domingo, 2 de abril de 2017

El PRI y el PAN, hermanos del mismo dolor


“Si un partido político se atribuye el mérito de la lluvia, no debe de extrañarse que sus adversarios lo hagan culpable de la sequía”
-Charlotte Morrow
Parafraseando a Gloria Stefan, en el PRI y el PAN como han pasado los meses. Sin duda alguna, los dos partidos más importantes del Estado hoy comparten la misma realidad: ninguno de ellos tiene un líder moral. El tricolor, en teoría, está justificado, se quedaron sin la gubernatura y perdieron lo que siempre les había funcionado: tener jefe del Ejecutivo y jefe del partido. Lo paradójico es que el PAN tiene a un gobernador emanado de su partido, pero al día de hoy no ha querido o no ha podido ejercer ya no digamos un liderazgo político, sino convertirse en el líder moral de ese partido. Las razones solo primer panista del estado las sabe: si es solo una sana distancia de las palomitas blancas vestidas de azul o ya cumplió su sueño de ser el gobernador de todos los duranguenses.

Otra característica que une a los panistas y a los priístas locales es que los dos están incurriendo en violaciones a sus estatutos. Por lo que respecta a los tricolores, da la impresión de que desde los tiempos del diputado Ricardo Pacheco Rodríguez, cuando sale se agudizó más lo que hoy sucede, Anabel Fernández y Julio Cabrero solo han sido buenos para cuidar las oficinas que están en el Blvd. Domingo Arrieta. ¿Y qué sucede en el PAN? Tal parece que el grupo que encabezan Juan Quiñones, Claudia Hernández y Fito Dorador, le apuesta a ponerle en bandeja de plata, con todo y alfombra roja, la llegada de José Ramón Enríquez Herrera como presidente de facto a
través de Lorenzo Martínez Delgadillo. Si el que se supone puede poner orden en el PAN y no lo hace, el grupo que apoya a Rómulo Campuzano, debería aplicar la premisa de que en política los espacios vacíos son llenados por otros. De Rómulo Campuzano se sabe que es amigo del primer panista, pero como alguien dijo: amistad que no se refleja en la nómina del partido, no es amistad. Siguiendo con los priístas, parece que aplican a las mil maravillas la estrategia de los desacuerdos. Se dejan ver en público muy sonrientes para efectos mediáticos, y en privado festejan el día de las madres cuando se acuerdan de los grupos que quieren la presidencia del tricolor. Esta semana se filtró que ya tendrían un delegado especial, el que al menos traerá recursos para viajar en autobús a La Laguna, por si se ofrece. Y se dice también, llegará con instrucciones precisas para solucionar el problema que tanto daño le ha hecho el PRI. En este partido nadie quiere ceder, unos no quieren que un empleado del Grupo Chilchota se convierta en presidente del tricolor, otros, que por ningún motivo sea del grupo del sexenio pasado. Algunos no aceptarían que el grupo del Mezquital se quedara con el partido, y no faltan aquellos que no quieren nada con el que despacha desde el rancho Las Águilas. ¿Entonces quién será el próximo presidente del tricolor?, ¿Con quién se sentirán representados todos? Quede quien quede, los demás le harán el feo, y podrían acabar como la canción de José Alfredo, que cada quien agarre su camino o escoja su estrella.

Los priístas tienen que entender que de aquí en adelante cualquier partido político puede ganar o perder. Que en ocasiones, si no se puede ganar, el Poder Ejecutivo, se puede hacer poderoso ganando el Legislativo como sucede en la actualidad. Los priístas están bien representados en la actual Legislatura: el presidente de la Gran
Comisión, Ricardo Pacheco Rodríguez, ha estado en las grandes ligas de la política nacional. Ha dado muestras de madurez política. Es mesurado, pero sabe negociar y tomar decisiones. ¿Y qué decir de Enrique Benítez Ojeda? En él tienen a un diputado que respetan los panistas y perredistas en el Congreso del Estado. En pocas palabras, tanto priístas como panistas, si ya no tienen un líder moral, deben demostrar de qué están hechos. Porque también en política, los líderes políticos o morales son necesarios, pero no indispensables.

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Que se acabe el gatopardismo en México, que cuando algo cambie, que no siga igual, que sea para bien.