“Dicen que la distancia es el olvido, pero yo no concibo esa razón”
-Canción popular
La sociedad civil, que se volcó en las urnas el pasado 5 de junio, cuando las candidatas y candidatos acudían a su casa para solicitarles su voto, la primera pregunta que les hacían era: ¿por qué solo cuando andan en campaña se acuerdan de nosotros y después nunca regresan? Y eso es cierto, la primera política que aplican las y los que ganan un puesto de elección popular es la política pública del olvido. Para verlos después se requiere un milagro de la Virgen de Guadalupe, se encierran en las burbujas del poder y son unos cuantos los que deciden el destino de la sociedad. Nombran a sus secretarios particulares y estos se encargan de quién puede ver al señor y quién no, en ocasiones en algún evento público usted quiere una cita y el señor le dice al secretario particular: agéndame lo más pronto posible a fulano, para verlo. Y pueden pasar 3 años o 6, dependiendo del señor que se trate, pero usted solo lo seguirá viendo en los medios impresos y en los electrónicos.
Esto que narramos solo es una muestra milimétrica del porqué nos cansamos los duranguenses de 88 años de poder de un solo partido en el gobierno. Por fortuna, la única ganadora de los pasados comicios fue la sociedad, la que le dio una lección a todos los partidos políticos y a la clase política que representan: si no hay resultados en los próximos seis años, los ciudadanos irán cuantas veces sean necesarias a las urnas para nombrar al gobernante que nos merecemos, porque de lo contrario muchas y muchos de los que hoy
llegaron corran el riesgo de que sea su debut y despedida. Por eso se está poniendo de moda la frase que nació después del 5 de junio: la sociedad sin miedo y organizada, nunca, jamás, será vencida. Dice el refrán: el pez por su boca muere. A quienes hoy les dimos la facultad legal para gobernarnos a través de nuestro derecho a votar, que no se olviden de lo que nos prometieron, como alguien podría decir: que cumplan como gobernantes lo que como hombres nos dijeron. Parafraseando a Don Jesús Reyes Heroles: no despierten al Durango bronco.
Tampoco se les olvide a los que en unos cuantos meses nos gobernarán: tenemos dos Durangos, uno virtual y uno real. Durango debe ser uno solo, porque hoy existen dos, el de los pobres y el de los ricos. No vemos por ningún lado lo que dice nuestra constitución: el respeto a los derechos humanos y a las garantías. Vivimos en un Durango como si hubiera sido sacado de un cuento surrealista: hay delincuentes de primera y de segunda. Los primeros andan libres y los segundos, que por hambre se roban un litro de leche y un pan están sentenciados a varios años de prisión. Es un derecho humano la vivienda, la salud, la educación, vivir con dignidad, un empleo bien pagado. No es justo que una minoría gane bien y la mayoría de los duranguenses se despierten con qué les darán de comer a sus hijos, que esto desaparezca, eso es, entre otras cosas, porque, insistimos, no se trata de que se vaya Juan para que llegue Pedro, tampoco de que se vaya el PRI con sus partidos paleros para que llegue la coalición PAN-PRD o mañana regresen para que todo sea más de lo mismo.
Todos sabemos que por una u otra razón Durango ha sido víctima del olvido por la mayoría de quienes nos han gobernado. Por eso hoy
seguimos siendo considerados uno de los estados más pobres del país, y esto usted lo puede checar fácilmente. Hemos dicho: el macro Durango está de maravilla, tenemos centros comerciales de primer mundo, bulevares y corredores que nos dan un aire cosmopolita, Festivales como el Revueltas, entre otras cosas. Pero también está el micro Durango, el de la película Los Olvidados, de Luis Buñuel, este es el Durango que se necesita cambiar, y para hacerlo no bastan los discursos y las promesas de campaña.
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