domingo, 5 de junio de 2016

El Festival de Cine Mexicano, ejemplo de una política cultural


Las políticas públicas culturales, como toda política pública, requieren que dejen de ser de un sexenio para dar paso a otras de largo plazo, y estas se lleven a cabo independientemente de quién sea el gobernador o presidente municipal en turno. La historia del Festival de Cine Mexicano en Durango se inició cuando fue director del ICED Luis Ángel Martínez Diez, y del 18 al 22 de mayo pasado en el Teatro Victoria se llevó a cabo su octava edición. Sin lugar a dudas, por las características del Festival, no es como el de Guadalajara o el de la Riviera Maya, pero los organizadores, con inteligencia y creatividad, han organizado un Festival de Cine Mexicano de mucha calidad, y al fin de cuentas eso es lo que importa.

La incorporación de Christian Sida como curador de los últimos tres Festivales ha sido definitiva: de entrada, se dedica de tiempo completo a viajar por todos los Festivales de cine más importantes que se realizan en México, América Latina y Europa. Como usted sabe, este joven talento duranguense es el director del Festival de Cine Latinoamericano que año con año se realiza en Vancouver, Canadá. También ha sido invitado en varias ocasiones como jurado a los más importantes Festivales de Cine en todo el mundo. La llegada de Christian Sida es, por parte de las autoridades del ICED, una inteligente decisión, y esperamos que la próxima directora o director de cultura no llegue con la espada desenvainada y la política de “quítense ustedes para ponerme yo con mis amigas y mis amigos, para que el ICED gane más”. Es verdad, mucha gente tendrá que dejar el Instituto de Cultura, pero aquellos con méritos como servidores públicos y que han construido un servicio profesional de carrera, deben ser tomados en cuenta para no empezar de ceros, como se acostumbra cada sexenio. El 8° Festival de Cine Mexicano en Durango no solo reunió calidad con las películas que se exhibieron, sino que le aportó a la agente que le gusta el cine las pláticas de manera cercana con directores, guionistas y actores en mesas de café. La selección que se hizo de las películas, aparte de ser premiadas posteriormente en otros Festivales, se reflejó en la reciente entrega de los Arieles en la Ciudad de México con la película que ganó aquí en el Festival, “Las elegidas”, del director David Pablos. Lo mismo sucedió con la película “Un monstruo de mil cabezas”, del director Rodrigo Plá. El premio de estas películas demuestra que los duranguenses podemos ver en este tipo de Festivales lo mejor que se hace en México. Ha costado mucho que veamos cine de calidad en Durango, ya que durante todo el año solo podemos asistir a las salas comerciales para ver el cine que se hace en Estados Unidos, que entre Superman y Batman no nos dejan escoger otras opciones. Así como hay grupos de políticos que planean gobernar el estado por más de 20 años, así debería ser con las políticas públicas y, en este caso, una política cultural de largo plazo en Durango. Gracias a Paty Jiménez, el Festival Ricardo Castro ya se realiza en los tiempos adecuados y no en diciembre, como se hacía, solo se necesitan que le quiten el perfil de la nostalgia grupera. Ni se diga del Revueltas, que se ha convertido en uno de los Festivales más importantes del país. Lo único que requieren son recursos financieros para ser competitivos en serio a nivel internacional. El Festival de Cine Mexicano en Durango, como dicen los clásicos, llegó para quedarse: si Durango ya no puede ser el Hollywood que fue, al menos que con este Festival nos recuerden como la Tierra del Cine que un día fuimos.

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Que se acabe el gatopardismo en México, que cuando algo cambie, que no siga igual, que sea para bien.