domingo, 6 de diciembre de 2015

Ni modo: Durango seguirá esperando por una gobernadora

“Es terrible descubrir todo en el último momento: ¿qué hice tantos años que tuve?, ¿por qué no fui quien debía haber sido?”
-Elena Garro
Quedaron muy cerca de ser candidatos a la gubernatura por el PRI: Óscar García Barrón, político de toda la vida, conocedor de las reglas del juego del poder, amigo de Miguel Osorio Chong, con el que tiene lazos políticos, pero no existe ninguna relación familiar, como se especula; Ricardo Pacheco Rodríguez, todos saben del afecto que le tiene Manlio Fabio Beltrones y seguirá siendo uno de los duranguenses más cercanos al círculo político de Sonora, y eso tarde o temprano dará mucho de qué hablar; Lety Herrera Ale, quien difícilmente podrá tener otra oportunidad para tratar de convertirse en la primera mujer que gobierne Durango por su partido, el PRI. Con este desenlace que acaba de suceder, se puede comprender a plenitud la frase de su padre: “yo no me volteo ni en la cama”; sin tener posibilidades, es justo mencionar el esfuerzo que realizó Héctor Arreola para llegar a la final en su discurso para justificar que no tenía experiencia legislativa recordaba que* Héctor Mayagoitia Domínguez tampoco la tenía, y fue gobernador; y Adán Soria es otra historia que no acaba de escribirse, y tal vez no pase mucho tiempo para saber cuál será el último capítulo de esta novela.

Resuelta la candidatura del PRI, atrás quedó, entre otras cosas, el deporte favorito de los duranguenses en los cafés: los rumores, las verdades que parecen mentiras y las mentiras que parecen verdades. En suma, quedó atrás, como diría el escritor José Agustín, la tragicomedia de la sucesión por la candidatura del PRI. Usted recordará que en  política perdiendo se gana, y este final sucesorio sin duda alguna tendrá sus efectos colaterales y conforme avancen los tiempos políticos del PRI, iremos encontrando las respuestas. Por ejemplo, saber si el candidato es de unidad o es otra cosa. Los ex aspirantes tienen la última palabra.

Pero la política también es como el fútbol, alguien tiene que perder y alguien tiene que ganar. Mucho se habló de que pudo haber existido un tercera vía, porque la lucha por la candidatura no fue ciencia ficción, fue una película basada en hechos reales cuyos protagonistas fueron Lety Herrera y el hoy candidato Esteban Villegas. ¿Cuál manager fue el ganador? Sin duda alguna, el jefe político del estado y jefe real del PRI. ¿Y el perdedor? El famoso e influyente político lagunero. Cuando era aspirante, la senadora se quejaba con el árbitro de que la cancha no estaba pareja, y que había tarjetas solo para ella y para el otro jugador no. El parteaguas para tomar la decisión  en el tema de la sucesión comenzó, tal vez,  cuando Lety Herrera rindió su informe como senadora de la República. Muchos fueron testigos de lo que dijo, de las pancartas y  voces estratégicamente ubicadas en el Bicentenario, donde se pudo leer: “ya es tiempo que a Durango lo gobierne una mujer” y las porras laguneras gritando “¡yo también quiero!”. Todo eso quedó para la anécdota. En los tiempos de la sucesión hubo dos terrenos políticos que se disputaron la candidatura: Durango y Gómez Palacio. Lety les dio a los laguneros muchas esperanzas de que ella sería la candidata, toda la Comarca ya se la imaginaba despachando en el bicentenario. Pero la política no es un cuento de hadas, más bien se parece a las tres películas de El Padrino. El sueño azul lagunero llegó así a su fin. Es una paradoja: Hoy se comenta más por qué la senadora aceptó ser otra vez candidata a la presidencia municipal de Gómez que la candidatura de Esteban Villegas. Para algunos, lo mejor hubiera sido que se regresara al senado, consideran que la presidencia municipal es muy poco para ella, la consideran una mujer que tiene todo. En cambio, a otros les parece que hubo arreglos y negociaciones del más alto nivel  para cerrarle el camino a José Rosas Aispuro, aquí en Durango y en Gómez Palacio, donde se concentra la mayoría de los votos del estado. Los hay también que piensan como Juan Gabriel: ¿pero qué necesidad, para qué tanto problema?

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Que se acabe el gatopardismo en México, que cuando algo cambie, que no siga igual, que sea para bien.