viernes, 4 de diciembre de 2015

¿Es Sociedad de Escritores o sucursal de un partido político?


“No, mi querido Octavio, yo sigo escribiendo, lo que sucede es que no publico”
-Juan Rulfo, escritor
El próximo 9 de diciembre habrá elecciones en la sociedad de escritores, de donde saldrá para estar ad hoc con la moda, la nueva presidenta o presidente de dicha sociedad. Hablar de las escritoras y escritores de Durango no es nada sencillo, ni asunto menor, sino todo lo contrario. En pasadas elecciones, hemos sido testigos de que hasta ahí ha llegado la línea de la cultura oficial, y eso es como dice el título de una película: amarte duele. La primera premisa de los escritores debería de ser  la total independencia del poder o del poderoso en turno. El único poder que deben reconocer los escritores y las escritoras es el poder de escribir con libertad, y no solo deben hacerlo para ganar un Premio Nacional de Novela, el Cervantes o el Nobel, un escritor debe aspirar a ganar el premio de sus lectores, de toda una sociedad y no solo las lisonjas del poder y tener contentos a los responsables de la cultura oficial. Las sociedades de escritores que hay en Durango no deberían ser noticia solo cuando hay elecciones, deben serlo todos los días con sus novelas, cuentos o su crítica literaria. En Durango hay una ley de cultura donde se encuentran los derechos culturales de los ciudadanos y por supuesto de la comunidad cultural, entre otros, y de la obligación del Estado para que esa ley se aplique y se haga realidad. Da gusto saber que después de mucho tiempo los  escritores jóvenes han levantado la mano para decir: “nosotros también queremos”. Por eso, Carlos Yescas y San-Nicté Calderón se inscribiran para ser presidente y secretaria, respectivamente. De estos dos jóvenes escritores es bueno destacar  que sus compañeros, ya famosos y con premios por sus carreras literarias, les agrada que una nueva generación llegue al relevo, porque tampoco en la comunidad cultural cantan mal las rancheras. En ocasiones están como los partidos políticos: “quítate para ponerme yo”, pero claro, todos pertenecen al mismo grupo: critican al PRI y al PAN o al PRD, pero siguen su ejemplo.

Pero no se trata solo de una elección más, ¿cuántos de los escritores y escritoras que integran la Sociedad están conformes con lo que se hizo? Para no entrar en detalles, ¿se cumplió con la promesa editorial de la que tanto se habló? Este tema parece un círculo vicioso o un barril cultural sin fondo. Los escritores no deberían depender solo de convocatorias de CONACULTA o de otras instituciones, ni de ganar un premio de $50,000 y un tiraje de 1,000 ejemplares de su obra. Creemos que los escritores deben ir más allá: están obligados a no ser dependientes de una política editorial paternalista, las escritoras y los escritores no deben servir solo para hacer antesalas en una oficina donde solo se respira burocracia, esperando a ver qué les dan. Así como cuesta mantener a esa burocracia, también es justo que exija recursos para publicar sus obras, independientemente de las becas, concursos nacionales o convocatorias “José Revueltas” o “Nellie Campobello”. Sería mucho mejor que todos los duranguenses conociéramos a nuestros escritores y escritoras por su producción editorial constante y no solo de vez en cuando, porque como ya lo mencionamos, el escritor no debe hacer  una novela, un libro de poesía o un ensayo pensando en ganar un concurso, si por eso escribe es posible que se pase toda su vida escribiendo y nunca obtenga nada.

¿Cómo se puede convivir con el poder y con sus políticas culturales sin dejar de ser independiente para criticarlo? Como dijo el clásico: no se puede atestiguar con muertos. Tenemos dos ejemplos: José Ángel Leyva y Evodio Escalante. De ellos podríamos decir mil cosas, de su obra como escritores, poetas, críticos de arte y críticos literarios. Pero solo basta con decir sus nombres para sentirnos orgullosos de que son de Durango, de México y universales. Parafraseando al poeta, hay escritores que cruzan el pantano del poder y de la burocracia cultural y no se manchan. Esos son José Ángel y Evodio.

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Que se acabe el gatopardismo en México, que cuando algo cambie, que no siga igual, que sea para bien.