viernes, 21 de febrero de 2014

¿Hasta cuándo dejaremos de padecer el centralismo cultural?

Hoy, en pleno siglo XXI, nos parecemos más a la cultura azteca que a la modernidad. La ciudad de México no es sólo la urbe más poblada del mundo, también es la mano que mece la cuna, porque desde ahí se originan todas las políticas públicas para los estados. Desde Los Pinos, se toman las decisiones y las cámaras sólo son algo así como oficialía de partes, y como todas las democracias representativas, son unos cuántos los que deciden por nosotros; desde los impuestos, energía, educación, economía, en fin, todo lo que puede o no afectar a los mexicanos. Por eso, los políticos que ejercen el poder nos dicen: “tomamos las medidas dolorosas, pero necesarias”. Nuestra democracia es tan débil que el fantasma del tlatoani azteca sigue vigente a la hora de ejercer el poder. No hemos podido erradicar el presidencialismo de nuestro sistema político mexicano, quizá muchos piensen lo contrario o no estén de acuerdo, pero el poder en México, para nuestra desgracia, se sigue depositando en una persona, o como dice el misterio de la Santísima Trinidad. Y, por supuesto, las políticas culturales centralistas que padecemos no son la excepción, el poder también se deposita en una sola persona, el director de CONACULTA en turno, ¿y en los Institutos de Cultura de los estados es diferente?, ¿Pero y dónde queda la soberanía cultural, o sea la libertad para crear y establecer las políticas culturales de acuerdo a cada estado? Por ejemplo, hasta donde sabemos, la Casa Blanca no le dicta a los Estados de la Unión Americana qué clase de políticas culturales lleven a cabo, ni les asigna algún presupuesto. Para empezar, el gobierno nada tiene que ver en la vida cultural, la manejan fundaciones y organizaciones privadas. Igual que aquí. ¿Pero sabe qué?, por algo se empieza. Ya se dio el primer paso aquí en Durango: la ópera Atzimba de Ricardo Castro es el pretexto y también que este año se celebren los 150 años de su natalicio, y ese será el motivo para hacerle un homenaje a nivel nacional, el asunto es que se debe de rescatar la ópera del famoso compositor duranguense, la cual se acaba de presentar hace unos días en el teatro que lleva su nombre para rendirle aquí su homenaje y no en Bellas Artes, como se acostumbra, fue aquí en la tierra donde nació, este hecho lo destacaron en todo el país los medios nacionales impresos y electrónicos, haciendo énfasis en que el homenaje a Ricardo Castro en Durango vino a romper la costumbre cultural de hacerles homenajes a los artistas que se lo merecen en dicho recinto, y no en la tierra que los vio nacer. Como usted ya estará enterado, este año cumplirán 100 años de su natalicio tres enormes figuras de las letras y la literatura mexicanas y universales: José Revueltas de Durango; Efrén Huerta de Guanajuato y Octavio Paz de la Ciudad de México, los tres nacieron en el año de 1914. ¿Qué nos toca hacer a nosotros? Primero, que el homenaje nacional que se le hará a José Revueltas se inicie en Durango, donde nació, y, al parecer, así será. Es casi un hecho que en el mes de abril estarán en Durango para este fin intelectuales, artistas y conocedores de la obra de Revueltas, para hacerle un homenaje como él se lo merece y, después, si se lo hacen en Bellas Artes, en todo el país y en varias partes del mundo, mucho mejor. Qué bueno que nosotros sus paisanos, los que nos sentimos orgullosos de toda la familia Revueltas, levantemos la voz para decir: José Revueltas es de nosotros como lo son el General Francisco Villa, Nellie Campobello, Ricardo Castro, Fanny Anitúa, Ángel Zárraga, Dolores del Río y muchos otros, porque gracias a ellos nos conocen en todo el mundo. Este año que estaremos celebrando los 60 años del cine en Durango, es tiempo de recordar lo que José Revueltas significa también para el cine mexicano, para muestra basta un botón: su película, El Apando, su más de veintena de adaptaciones y su guión cinematográfico, el que nunca se filmó: Tierra y Libertad. Dicen los escépticos que José Revueltas sólo nació en Durango y que de pequeño se fue a la Ciudad de México, ¿pero, sabe qué? No nos vayan a salir con el cuento de que José nació en las Islas Marías y se murió en Lecumberri, ya ve a los de Chihuahua: dicen que Villa nació en San Andrés y la División del Norte en Jiménez. No nos vayan a contar estos personajes que Campobello nació en la colonia San Rafael en el DF y que Ricardo Castro vio la primera luz en algún país europeo, no, las cosas en claro: Todos los personajes a los que nos hemos referido son de Durango, de nosotros, que después hayan sido reconocidos por lo que hicieron a nivel nacional, mundial y universal, esa es otra historia. Recuerde usted que Miguel de Cervantes Saavedra nació en Alcalá de Henares y no “en algún lugar de La Mancha”.

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Que se acabe el gatopardismo en México, que cuando algo cambie, que no siga igual, que sea para bien.