“En nuestra escala de valores, el poder está antes que la riqueza, y, naturalmente, antes que el saber”
-Octavio Paz
Ganó el favorito de Los Pinos, Gustavo Madero, conocido como el panista “ya vas, ya vas”. Perdió Ernesto Cordero, el favorito de la militancia panista (y de Felipe Calderón). En los meses siguientes, se irán despejando muchas dudas, saldrá a flote lo que realmente se jugó en la pasada elección de las palomitas blancas vestidas de azul. No sería aventurado pensar que la elección que se llevó a cabo el pasado domingo se empezó a manejar desde que se anunció el Pacto por México, con el noble fin de que Gustavo Madero, ilustre panista, gobierne ese estado. ¿A cambio de qué? Lo que está por suceder: Que los diputados y senadores del PAN den su voto para aprobar las leyes secundarias del grupo Atlacomulco, la energética y de telecomunicaciones. Un día el premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, calificó al PRI como “la dictadura perfecta”, parafraseando al escritor peruano, del PAN podríamos decir: La gubernatura pactada.
Si así fuera, le salió muy barato al PRI y a Peña Nieto, muy caro al PAN y al panista “ya vas”, y no es que el gobierno no hubiera podido negociar con Ernesto Cordero, ya sabemos que en política todo es negociable, la diferencia radica en que el senador Cordero hubiera cobrado la factura un poco más cara, por ejemplo, aumentar el número de diputados panistas en 2015, para competir con Morena en segundo lugar como fuerza política y, entre otras cosas, ir preparando 2018. Al final de cuentas, en
Los Pinos están de fiesta porque, “haiga sido como haiga sido”, perdió el candidato incómodo. Sin embargo, si Gustavo Madero piensa que desde Los Pinos le van a tender la alfombra roja hasta el gobierno de Chihuahua, y, como dice el clásico; “Bueno… la gente dice” que ya se firmó el Pacto por Chihuahua. ¿Qué pensará el actual gobernador por ese estado, César Duarte? El que podría pasar el trago amargo de entregarle otra vez a un panista el gobierno de Chihuahua, como ya sucedió hace algunos años con Francisco Barrios, producto de aquellas famosas concertaciones que, parece ser, en este sexenio se podrían poner de moda otra vez, o sea, darle a la oposición una rebanada de pastel, pero que se siga gobernando desde Los Pinos.
En el contexto de esta elección panista, el efecto colateral le llegó a Durango, como al fábula de Esopo, la tortuga le ganó a la liebre, por eso dice el refrán: La confianza mata al hombre y eso les pasó a los que decían que el triunfo de Gustavo Madero sólo era cuestión de trámite. Sin embargo, Rosas Aispuro les aplicó el otro refrán: “El que porfía mata venado”. Por increíble que parezca, la victoria de Ernesto Cordero aquí en Durango, conforme pasan los días, tendrá muchas lecturas y en los hechos ni se diga. A los maderistas de Durango les movieron todo el escenario: primero, están en riesgo de perder la próxima elección de la presidencia estatal del PAN, a Fito Dorador el semáforo ya se le puso en rojo. Si alguna esperanza tenía para ser candidato a gobernador, si es pasión, que se le borre, el próximo candidato de los panistas de Durango al gobierno del estado será un corderista, el que, en los hechos, fue el coordinador de la campaña de el ex secretario de Hacienda y la SEDESOL. La señal que mandaron las bases del panismo del estado, fueron
muy claras: vamos por la presidencia del partido y, en su momento, diremos quién será nuestro candidato a gobernador, pero no será Rodolfo Dorador.
Con el resultado de los panistas se demuestra, una vez más, que en política perdiendo se gana y que el ganador nunca se lleva todo, porque no existen las victorias absolutas. Por ejemplo, en Los Pinos pueden estar brindando con champagne por la inminente aprobación de las leyes secundarias de las reformas energética y de telecomunicaciones, pero muy pronto tendrán que pagarle la factura a Gustavo Madero, y César Duarte será el encargado de hacerla efectiva. Ni modo, ese es el estilo del nuevo PRI, porque un fantasma recorre el país: el tlatoani.
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