viernes, 12 de octubre de 2012

Venezuela: Entre la democracia y la tentación de la dictadura

A los políticos mexicanos les encanta ser candil de la calle y oscuridad de su casa. Puede usted checar las recientes declaraciones de Felipe Calderón en la ONU, cuando confundió a este organismo con la bancada del PAN, al reclamarle que no cooperaban para acabar con el narcotráfico, y que ya era tiempo de ir pensando en legalizar cierto tipo de drogas, sólo le faltó responsabilizarlos de los 90 mil muertos por su estrategia equivocada en su lucha contra el crimen organizado. ¿Por qué Calderón nunca ha hablado de legalizar las drogas en nuestro país? Otro político mexicano, el que es considerado el Joseph Córdova del próximo sexenio, Luis Videgaray, declaró a medios norteamericanos que sigue la reforma energética, para de una vez por todas abrirla a los capitales privados y puedan participar en PEMEX, claro, sin que el estado pierda su rectoría. Y de una buena vez, la reforma fiscal, aunque no dijo si era con el fin, por ejemplo, de que tiendas como Wal-Mart, empresas como Televisa, TV Azteca, la bolsa de valores, los bancos y TELMEX, paguen impuestos como lo hacemos todos los mexicanos. Un dato cultural: Vicente Fox declaró hace unos días, por supuesto, en el extranjero, que será panista por siempre, se le olvidó decir: O hasta que la muerte y el PRI nos separen. Pero no sólo los políticos hacen declaraciones como si México fuera un paraíso, también algunos intelectuales, como el próximo ganador del premio Nobel: Enrique Krauze. Como el señor Krauze tiene calidad moral, se atrevió a enviarle una carta al pueblo venezolano, días antes de las elecciones, que votara por el candidato de la derecha, Henrique Capriles, que por ningún motivo lo hiciera por Hugo Chávez, ya que es un dictador, mesiánico, de la izquierda socialista, amigo de Fidel Castro, de los presidentes de Bolivia y de Ecuador, de Argentina y Nicaragua, en fin, de toda Latinoamérica. Que bueno que los venezolanos no le hicieron caso a Enrique Krauze, en primer lugar, porque él no tiene ningún derecho y en segundo, por más intelectual que sea, los venezolanos decidieron por quién votar, como así sucedió. Nadie puede negar que la elección presidencial en Venezuela fue democrática. El mismo candidato de la derecha, Henrique Capriles, reconoció ante los medios nacionales y extranjeros que perdió, nunca dijo que hubo fraude o compra de votos, mucho menos cuestionó al órgano electoral venezolano de que fuera parcial, o que se contaron mal los votos y en pocas horas, declaró como ganador a Hugo Chávez. Ningún partido que participó anunció que impugnaría la elección presidencial. Muchos intelectuales mexicanos condenan a Chávez porque dicen que es un dictador. Que es la tercera reelección con la que podría cumplir 20 años como presidente de Venezuela, claro que estos intelectuales nunca condenan a la “democracia mexicana”, argumentan que aquí no hay reelección. Lo que no se atreven a decir es que aquí ya la hay, solo que, como el outsourcing, hay que legalizarla. Nuestros políticos son tan inteligentes, que en lugar de reelegirse, practican el deporte de trapecistas y el arte del chapulín. Usted puede checar con toda confianza en la cámara de diputados y con los senadores y encontrará varios ejemplos emblemáticos de la izquierda. La esposa del gerente de lo que queda del PRD, la señora Angélica de la Peña, hoy es senadora y puede batir el récord Guiness, porque desde que la conocemos, o es diputada o es senadora, gracias a nuestras leyes electorales, aquí en Durango, Ricardo Pacheco, del PRI, y Rodolfo Dorador Pérez Gavilán, llevan más de 15 años de sacrificarse por nosotros y gracias a eso, son millonarios. Tuvimos un rector que estuvo a punto de serlo por 28 años, tenemos líderes sindicales con muchos años al frente de sus organizaciones, que, como dijo Víctor Hugo Castañeda, el presidente del PAN, lo serán hasta que la muerte los separe. Pero a todo esto, aquí en México no se le conoce como reelección, en el caso de los políticos, la ley lo permite y en el de los líderes sindicales, se llama democracia sindical. En México no hay reelección para presidente de la república, pero el PRI se las arregló por 70 años, a eso lo conocemos como lo definió Mario Vargas Llosa: “la dictadura perfecta” Si bien es cierto que entre Chávez y Henrique Capriles hubo una diferencia de un millón cuatrocientos mil votos, debemos reconocer que Venezuela quedó dividida, como lo está México desde el 2006. Enrique Krauze, en vez de enviarles cartas a los venezolanos para que voten por la derecha en ese país, ya ve lo bien que nos ha ido con los dos sexenios de la derecha mexicana, debería mandarlas al IFE, al TRIFE, a Televisa, a los dueños de este país para recordarles dónde quedó el México que soñamos y merecemos los mexicanos.

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Que se acabe el gatopardismo en México, que cuando algo cambie, que no siga igual, que sea para bien.