viernes, 2 de marzo de 2018

¿Cuál es la estrategia de Ricardo Anaya?


A muchos llama la atención que el candidato del Frente, Ricardo Anaya, haya enfocado sus baterías en contra del candidato del PRI, Antonio Meade, y no en contra de López Obrador cuando esa sería la lógica de la guerra sucia destinada al candidato de MORENA. Anaya está rompiendo los esquemas de antaño cuando el PRI y el PAN se unían para atacar a López Obrador y, cosa curiosa, los estrategas priístas ya se dieron cuenta de que algo se trae entre manos el candidato del Frente. Tal vez por eso se tomaron decisiones desde Los Pinos, para que cesen los ataques en contra de Meade. Se especula mucho cuáles serían los motivos que contemplen en la Residencia Oficial para el comportamiento de Ricardo Anaya en su estrategia de golpear al más débil, Antonio.

Se comenta, por una parte, que sería muy complicado para Anaya alcanzar a López Obrador en las encuestas y en la percepción social. Por otro lado, se han dado cuenta de lo difícil que sería ser alcanzado por el candidato del tricolor, de ahí parte su estrategia para poner de rodillas al PRI en un momento de la campaña, cuando ambos candidatos se den cuenta de que para detener a AMLO se requerirá de una alianza de facto. Con esta hipótesis, el candidato panista sería el gran ganador: al ir en segundo lugar en las encuestas, eso le permitiría pactar con el que va en la tercera posición. Ricardo cree que si se juntan el segundo lugar y el tercero tienen posibilidades reales de ser altamente competitivos frente al tabasqueño. Claro que esto no es ninguna garantía para ganarle a AMLO, pero en teoría se puede pensar que podrán tener mayoría en el Congreso de la Unión y de esta manera hacerle la vida de cuadritos a López Obrador si este llegara a despachar desde Palacio Nacional.

La posible estrategia de Ricardo Anaya no parece ser tan aventurada. En el hipotético caso de que el PRI y el PAN terminaran haciendo una alianza de facto, Ricardo, aprovechando su segundo lugar en las encuestas, pondría las condiciones y él sería quien establezca los acuerdos al ver que el candidato del PRI llegaría muy debilitado a la recta final y al proceso electoral. Si esto fuera así, los priístas pagarían un precio muy alto, porque no es remoto que pasen a ser la tercera fuerza política del país, ya sin presidente de la república emanado de su partido, sin tener las prerrogativas a las que están acostumbrados, son de pronóstico reservado. Es posible, si esto llegara a suceder, que el fundador de ese partido, Plutarco Elías Calles, si viviera se moriría de vergüenza al ver lo que han hecho sus herederos con el partido que él fundó, los cuales andan igual que la canción: “soy el fantasma de mi pasado, soy de las almas que olvida Dios”.

El único problema que le vemos a la posible estrategia de Ricardo Anaya y su grupo, es que una posible alianza de facto, en el pecado llevaría la penitencia. Habría una posible desbandada de los tricolores para votar por AMLO y no por Anaya, es de sobra conocido que muchos priístas se identifican con el proyecto de AMLO y no con el de Ricardo Anaya. Porque no debemos olvidar que la política es como el amor: nada está escrito. Algo más: hoy, la rebeldía de los priístas está de moda por los intereses que se han jugado a la hora de designar las candidaturas. Se percibe, desde luego, que las cúpulas priístas a nivel nacional y estatal han sido rebasadas por la militancia y por muchos que legítimamente aspiraron a un puesto de elección popular. Por estas razones, no se sorprenda usted si las cúpulas de tricolor fracasan a la hora de darle línea a los priistas del país para que voten por Ricardo Anaya, corren el riesgo de que se vean rebasados y cada quien agarré su
camino para votar por el candidato al que consideran, sin decirlo públicamente, como el próximo presidente de México: Andrés Manuel López Obrador.

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Que se acabe el gatopardismo en México, que cuando algo cambie, que no siga igual, que sea para bien.